DOMINGO F. FUENTES CURBELO
(La Asomada, Puerto del Rosario, 1956)
Licenciado en Filosofía y Letras (División de Filología Inglesa-Germánica) por la Universidad de La Laguna. Desde 1979 ejerció la docencia en varios institutos de enseñanza secundaria de Las Palmas de Gran Canaria y Fuerteventura. Ha combinado la educación con la actividad política, habiendo desempeñado los puestos de consejero y vicepresidente del Cabildo de Fuerteventura, diputado del Parlamento de Canarias y Senador. Fue miembro del primer Consejo Social de la Universidad de La Laguna. De 2015 a 2018 se incorporó de nuevo a la actividad docente, y en 2018 fue nombrado director insular de la Administración General del Estado en Fuerteventura, cargo que ejerce en la actualidad.
Publicaciones colectivas: Cantares humorísticos en la poesía tradicional de Fuerteventura, 1974, en colaboración con el profesor Francisco Navarro Artiles; Paloma palabra, reunión de poetas jóvenes de Canarias, edición del Parlamento de Canarias de 1985, con motivo del Año Internacional de la Juventud; Poeventura, reunión de autores jóvenes con una estrecha vinculación con la isla majorera, año 1992; Como el aire que respiras, edición digital, proyecto Menosletra, con varios poetas de Canarias, en 2004; Salvar El Cotillo, Salvar Fuerteventura, edición gráfica y digital con varios autores, año 2005; Autonomía y participación (2002-2003), (Tiscamanita), Fuerteventura, del servicio de publicaciones de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Fundación Manuel Velázquez Cabrera, año 2005.
Publicaciones propias: La memoria ausente, poesía, 1981; La Tierra Isla, poesía, 1996; Los designios torcidos, novela, 1999; El viento sopla donde quiere, poesía, 2001; Los días que nos esperan, novela, 2006; y Náufragos en su laberinto, novela, 2017.

Reconocimientos: El grupo de música popular Tabajoste incluyó en su primer álbum de 2001 el poema «Archipiélago», de La tierra isla, con música y arreglos de Marcos Sánchez de León, «El Zurdo». En 2002 recibió el premio en la modalidad de Literatura de la revista Fuerteventura Magazine con motivo de su primer aniversario. El Ayuntamiento de Puerto del Rosario y la compañía aérea Binter Canarias le concedieron el premio Baifo 2015.
| POESÍAS |

DOMINGO F. FUENTES CURBELO
(La Asomada, Puerto del Rosario, 1956)
Licenciado en Filosofía y Letras (División de Filología Inglesa-Germánica) por la Universidad de La Laguna. Desde 1979 ejerció la docencia en varios institutos de enseñanza secundaria de Las Palmas de Gran Canaria y Fuerteventura. Ha combinado la educación con la actividad política, habiendo desempeñado los puestos de consejero y vicepresidente del Cabildo de Fuerteventura, diputado del Parlamento de Canarias y Senador. Fue miembro del primer Consejo Social de la Universidad de La Laguna. De 2015 a 2018 se incorporó de nuevo a la actividad docente, y en 2018 fue nombrado director insular de la Administración General del Estado en Fuerteventura, cargo que ejerce en la actualidad.
Publicaciones colectivas: Cantares humorísticos en la poesía tradicional de Fuerteventura, 1974, en colaboración con el profesor Francisco Navarro Artiles; Paloma palabra, reunión de poetas jóvenes de Canarias, edición del Parlamento de Canarias de 1985, con motivo del Año Internacional de la Juventud; Poeventura, reunión de autores jóvenes con una estrecha vinculación con la isla majorera, año 1992; Como el aire que respiras, edición digital, proyecto Menosletra, con varios poetas de Canarias, en 2004; Salvar El Cotillo, Salvar Fuerteventura, edición gráfica y digital con varios autores, año 2005; Autonomía y participación (2002-2003), (Tiscamanita), Fuerteventura, del servicio de publicaciones de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Fundación Manuel Velázquez Cabrera, año 2005.
Publicaciones propias: La memoria ausente, poesía, 1981; La Tierra Isla, poesía, 1996; Los designios torcidos, novela, 1999; El viento sopla donde quiere, poesía, 2001; Los días que nos esperan, novela, 2006; y Náufragos en su laberinto, novela, 2017.
Reconocimientos: El grupo de música popular Tabajoste incluyó en su primer álbum de 2001 el poema «Archipiélago», de La tierra isla, con música y arreglos de Marcos Sánchez de León, «El Zurdo». En 2002 recibió el premio en la modalidad de Literatura de la revista Fuerteventura Magazine con motivo de su primer aniversario. El Ayuntamiento de Puerto del Rosario y la compañía aérea Binter Canarias le concedieron el premio Baifo 2015.
| POESÍAS |
Como el aire que respiras
I
Tenemos todo el mar en la ventana,
el rostro de una luna decidida
y las olas que mecen nuestros sueños
bajo el palio de la estrella que nos guía.
Tenemos el rompiente que susurra
al oído una hermosa melodía,
la brisa que perfuma nuestras calles,
penetra en nuestras almas encendidas.
Tenemos las arenas de las calas,
la gente que conversa en las esquinas,
las puertas entreabiertas de la casa
del vecino que espera tu visita.
II
Tenemos el sosiego en la mirada
atenta, escrutadora, que vigila
la línea horizontal por donde asoma
el hombre con el pan de cada día;
el joven que corteja a la muchacha
—por instinto la toca y la acaricia—
y deja el corazón entre sus labios,
—relámpago de luz, ojos que brillan—;
el niño que sonríe entre los brazos
de la madre, que ahuyenta pesadillas
que atribulan su sueño de inocencia,
cantando el arrorró que nadie olvida.
III
Tenemos hombres recios que lloraron
unos campos sin agua y sin semilla,
imploraron al cielo una esperanza,
un signo que calmara su agonía.
Y, aun así, resistieron con orgullo
la sentencia, la maldición divina
que impide respirar profundamente
a los hijos de siglos de injusticias.
IV
Tenemos hombres fuertes que se adentran
sin miedos en la mar que da la vida
y luchan con las olas, con los vientos
que soplan donde quieren y no avisan
del peligro que acecha traicionero,
que devora al primero que descuida
la guardia, que se lleva a tantos seres
inocentes a dentellada limpia.
Tenemos su memoria y mucho más
que defender. Tenemos todavía
la tierra que cuidaron nuestros padres,
la hacienda que cobija nuestras vidas.
V
Yo no quiero vivir cobardemente
en la tierra humillada y zaherida,
ni darle mi cabeza en sacrificio
al que viene a ponernos de rodillas.
Yo quiero compartir codo con codo
el cielo y la vereda que transitas.
Que la sombra sutil, donde reposas
tus huesos, siga siendo tuya y mía.
Entonemos un canto de esperanza.
Levantemos un hábitat con vistas
al futuro. Honremos a los nuestros
truncando la avaricia desmedida.
Entonemos un canto de esperanza,
no de tretas. Hagamos hoy, de prisa,
propósito de enmienda, que mañana
será tarde y los sueños se harán trizas.
La fiera salvaje que nos mira con desprecio
La jauría cabalga a lomos del miedo.
Sus cofrades rastrean,
abrazados a las armas,
las tradiciones,
y a un credo
único y verdadero.
Escrutan tu piel con desconfianza,
tu ropa, tus genes, tu cerebro,
y estás perdido
si te ven
mirándote en otro espejo.
Esparcen su relato truculento
a los cuatro vientos,
para sacar lo peor
del ignorante, lo peor
del más estúpido que llevamos dentro
de nosotros mismos.
Adulteran sin pudor la historia
y la memoria.
Nos arrebatan la patria
y la bandera
de las manos.
Y las agitan con furia,
alentando los peores instintos,
al tiempo que señalan con el dedo
a los traidores.
Si bajamos la guardia, al final
acabaremos mirándonos
en el mismo espejo.
Y nos reconoceremos
en la fiera salvaje que nos mira
con desprecio.
Como el aire que respiras
I
Tenemos todo el mar en la ventana,
el rostro de una luna decidida
y las olas que mecen nuestros sueños
bajo el palio de la estrella que nos guía.
Tenemos el rompiente que susurra
al oído una hermosa melodía,
la brisa que perfuma nuestras calles,
penetra en nuestras almas encendidas.
Tenemos las arenas de las calas,
la gente que conversa en las esquinas,
las puertas entreabiertas de la casa
del vecino que espera tu visita.
II
Tenemos el sosiego en la mirada
atenta, escrutadora, que vigila
la línea horizontal por donde asoma
el hombre con el pan de cada día;
el joven que corteja a la muchacha
—por instinto la toca y la acaricia—
y deja el corazón entre sus labios,
—relámpago de luz, ojos que brillan—;
el niño que sonríe entre los brazos
de la madre, que ahuyenta pesadillas
que atribulan su sueño de inocencia,
cantando el arrorró que nadie olvida.
III
Tenemos hombres recios que lloraron
unos campos sin agua y sin semilla,
imploraron al cielo una esperanza,
un signo que calmara su agonía.
Y, aun así, resistieron con orgullo
la sentencia, la maldición divina
que impide respirar profundamente
a los hijos de siglos de injusticias.
IV
Tenemos hombres fuertes que se adentran
sin miedos en la mar que da la vida
y luchan con las olas, con los vientos
que soplan donde quieren y no avisan
del peligro que acecha traicionero,
que devora al primero que descuida
la guardia, que se lleva a tantos seres
inocentes a dentellada limpia.
Tenemos su memoria y mucho más
que defender. Tenemos todavía
la tierra que cuidaron nuestros padres,
la hacienda que cobija nuestras vidas.
V
Yo no quiero vivir cobardemente
en la tierra humillada y zaherida,
ni darle mi cabeza en sacrificio
al que viene a ponernos de rodillas.
Yo quiero compartir codo con codo
el cielo y la vereda que transitas.
Que la sombra sutil, donde reposas
tus huesos, siga siendo tuya y mía.
Entonemos un canto de esperanza.
Levantemos un hábitat con vistas
al futuro. Honremos a los nuestros
truncando la avaricia desmedida.
Entonemos un canto de esperanza,
no de tretas. Hagamos hoy, de prisa,
propósito de enmienda, que mañana
será tarde y los sueños se harán trizas.
La fiera salvaje que nos mira con desprecio
La jauría cabalga a lomos del miedo.
Sus cofrades rastrean,
abrazados a las armas,
las tradiciones,
y a un credo
único y verdadero.
Escrutan tu piel con desconfianza,
tu ropa, tus genes, tu cerebro,
y estás perdido
si te ven
mirándote en otro espejo.
Esparcen su relato truculento
a los cuatro vientos,
para sacar lo peor
del ignorante, lo peor
del más estúpido que llevamos dentro
de nosotros mismos.
Adulteran sin pudor la historia
y la memoria.
Nos arrebatan la patria
y la bandera
de las manos.
Y las agitan con furia,
alentando los peores instintos,
al tiempo que señalan con el dedo
a los traidores.
Si bajamos la guardia, al final
acabaremos mirándonos
en el mismo espejo.
Y nos reconoceremos
en la fiera salvaje que nos mira
con desprecio.

