GLORIA OLIVA 

(Las Palmas de Gran Canaria, 1964)

Estudia Técnico de Empresas y Actividades Turísticas.

En su oficio poético participa desde 2017 en un taller de poesía que le permite escribir tres poemarios: Los adioses irremediables (2018), El horizonte de los dementes (2019) y Cazadores de hadas (2020).

No hay libro publicado, todavía.

 

|  POESÍAS  |

GLORIA OLIVA 

(Las Palmas de Gran Canaria, 1964)

Estudia Técnico de Empresas y Actividades Turísticas.

En su oficio poético participa desde 2017 en un taller de poesía que le permite escribir tres poemarios: Los adioses irremediables (2018), El horizonte de los dementes (2019) y Cazadores de hadas (2020).

No hay libro publicado, todavía.

 

 

 

|  POESÍAS  |

Las lavanderas

 

          Y solo sus fatigados ojos

          esconden bajo el arrugado párpado

          el paisaje partido a hachazos

          de un aleteo milenario

          TOMASZ JASTRUN

 

 

Vienen de pelear en todas las guerras,

con el estruendoso silencio que dejan las batallas,

escondiendo sus heridas en los lomos de las bestias.

Son las guerreras que siempre regresan

al litoral de los ahogados.

En un espectáculo mudo de soledad reclinada,

se despojan de la armadura,

se quitan sus vendajes

y, a golpes de piedra, estrujan la ropa

para destilar el olor de sus últimos cadáveres

en un trozo de jabón prestado.

Canción de cuna para mi hijo

 

 

Que alguien me traiga la tiara de plata,

la que lleva la bendición del cura

y brilla con los colores de un diluvio.

Quiero dársela al hombre que tiene

a mi niño sentando en sus rodillas,

para que lo deje ir a jugar.

Las lavanderas

 

          Y solo sus fatigados ojos

          esconden bajo el arrugado párpado

          el paisaje partido a hachazos

          de un aleteo milenario

          TOMASZ JASTRUN

 

 

Vienen de pelear en todas las guerras,

con el estruendoso silencio que dejan las batallas,

escondiendo sus heridas en los lomos de las bestias.

Son las guerreras que siempre regresan

al litoral de los ahogados.

En un espectáculo mudo de soledad reclinada,

se despojan de la armadura,

se quitan sus vendajes

y, a golpes de piedra, estrujan la ropa

para destilar el olor de sus últimos cadáveres

en un trozo de jabón prestado.

Canción de cuna para mi hijo

 

 

Que alguien me traiga la tiara de plata,

la que lleva la bendición del cura

y brilla con los colores de un diluvio.

Quiero dársela al hombre que tiene

a mi niño sentando en sus rodillas,

para que lo deje ir a jugar.